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Eros en la Ópera Garnier

La Ópera Garnier es uno de los edificios más importantes del París. La fachada ecléctica constituye la cumbre del estilo del Segundo Imperio y el conjunto arquitectónico reúne un vasto número de testimonios del gusto de la segunda mitad del s. XIX. Te proponemos un tour fotográfico por sus detalles exteriores para descubrir sus composiciones más sensuales.



La construcción del edificio data de 1861 pero no se concluyó hasta 1875 en el que fue inaugurada. Antes de esta fecha los espectáculos se llevaban a cabo en la Ópera Le Peletier que fue retratada por pintores como Degas. Sin embargo, en una noche de espectáculo la caravana del Emperador Napoleón III fue atacada y en consecuencia, se decidió crear un edificio nuevo, en una ubicación más segura, que permitiera al carruaje un acceso directo.

Así, la ópera Garnier se convertió en uno de los grandes proyectos arquitectónicos de la época, marcando el paisaje arquitectónico y urbano de la capital en un período revuelto. La actual avenida de la Ópera fue trazada expresamente para que Napoleón III pudiera acceder directamente desde su palacio de las Tuileries hasta ella, aunque nunca llegara a utilizarla.


En la fachada sur, que da sobre la Av. de la Ópera, encontramos cuatro conjuntos de esculturas: La Poesía, La Música Instrumental, La Danza, El Drama Lírico, todas cargadas de escenas para mirar con atención. La Danza de Carpeaux, con sus desnudos, es quizás la más evocadora - y la más polémica en su momento-. Además, las esculturas que se encuentran debajo de los retratos esculpidos de Bach, Pergolesi, Haydn y Cimarosa están cargadas de detalles y gestos suntuosos.





Las lámparas cartiátides, en bronce, llamadas tanto “la estrella de la mañana” -aquellas que dan hacia el este-, y “estrellas de la tarde” -aquellas que dan al oeste, forman un conjunto cargado de sensualidad donde se entremezclan la textura que simula la piel, la voluptuosidad de los cuerpos y los tejidos.






Finalmente, las esculturas doradas que decoran el frontón y el tejado del edificio llevan en sí el programa evocador de la Ópera. ¿No es acaso el oro el material más sensual?


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